«Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo»
(Nelson Mandela)
Miedo versus miedo; un mecanismo que nos permite sobrevivir y un freno que nos limita vivir de manera plena
El miedo ha sido tan utilizado en todo nuestro recorrido evolutivo para manejar y controlar a las personas, que ya lo tenemos instalado de serie para obedecer o autocensurarnos. La memoria evolutiva del cerebro ha priorizado la incertidumbre (esas situaciones que no podemos predecir y que otras personas utilizan para asustarnos) que la felicidad. El miedo como objeto de crueldad. Cada vez que alguien quiere manipular, coartar o asustar solo le basta con activarlo con peligros y amenazas; una crisis, un despido, una ruptura, un chantaje emocional… bestias fieras que devoran la ilusión, la confianza y atenazan nuestra alegría por vivir. Simplemente porque no nos enseñaron a lidiar y aceptar esas circunstancia como parte de la existencia: un recorrido por un territorio plagado de nuevos caminos y con una geografía agreste que redibujamos continuamente.
Ante un mundo relativista y subjetivo la perspectiva de vida no es más que un efecto ancla -el miedo a la incertidumbre nos aferra a lo conocido- ante algo que desconocemos optamos por lo seguro, quedarnos quietos. Ese acobardamiento frena nuestra voluntad a cambiar y a recibir lo nuevo con valentía. El pavor a lo inexplorado cuando nos obligan a virar es duro, pero no hay más remedio que seguir. Sin embargo, cuando somos nosotros quien debemos tomar la decisión, eso todavía nos da más pánico, a que la acción tenga malas consecuencias, cuando en realidad, la nefasta resolución, es no hacer nada. Personas que se encuentran paradas en el cruce de camino durante años; ante el miedo de tomar un camino nuevo se quedan petrificadas donde están, aunque seas infelices –trabajo, pareja, ciudad, estudios, orientación sexual, etcétera- Una causa de infelicidad a largo plazo bastante retratada en el teatro. Como dice Elsa Punset:
“no hay peor cárcel que la que construyes con tus miedos”
Piranesi, Frontispicio de Carceri d’invencione
Cómo es posible que el miedo, causante de suicidios, agresiones, guerras, enfermedades… no forme parte de la educación, si es la base de todo. A mí y no sé a cuántas personas más, no les enseñaron desde la más temprana edad a a gestionar el mido: al vacío, al duelo, al diferente, a la derrota, a la muerte… A movernos por un mundo diseñado para causar y sufrir miedo. En vez de cultivar la personalidad del héroe, en el buen sentido de la palabra: persona que ama y se ama, no necesitando el miedo como chantaje, no agredir por se preso del miedo, ni dejar de crecer interiormente por miedo a la vacuidad. De esta manera encontramos a los adultos enfrentándose como meramente pueden a los retos de la vida, y, a todos los tipos de miedos que van depositando en nuestro interior la evitación y la agresión, convirtiéndonos en crónicos de una sociedad enferma. Como canta David Calabuig:
«El miedo soy yo»
Así se entiende que los cambios, aquello que no oteamos en el horizonte no lo llevemos bien, y nos montemos películas en nuestra mente que nada tiene que ver con lo que vendrá, más que una verdad, moriremos. Hasta ese final no hay nada escrito, más que párrafos aislados que podrían ser retocados o borrados en pos de nuestra felicidad y amor. Algo que se está mal interpretando con la codicia, esa insatisfacción desmedida que lleva a la humanidad en barrena; un miedo a no tener, a no ser alguien, a perder, a la mortalidad que acallamos llenándonos de objeto que creemos que podremos usar dentro de muchos años.
El miedo imaginado, al igual que la culpa, puede crear el mismo estrés que el causado por algo real, un miedo disfuncional que se alimenta de pensamientos rumiantes. Si se piensa en cosas negativas se pueden tener los mismos niveles de hormonas del estrés (cortisol) como si se estuviera viviendo una acción real de peligro. Un simple sentimiento, una emoción de larga duración convertida en angustia capaz de modificar la expresión de un gen y de desencadenar reacciones fisiológicas por todo el organismo.
El sueño de la razón produce monstruos, Goya
El teatro no tiene la solución para todo, pero su espacio prosocial de cooperación y generosidad facilitan actitudes sociales positivas. Cientos de obras teatrales desde los clásicos griegos hasta las más actuales narran historias de todos esos miedos que nos acompañan en nuestro viaje. El teatro pone en escena personajes y situaciones que llevan a la pregunta, la reflexión y tal vez a la respuesta.
Domingo Ferrandis
Fuentes
Ferrandis D. (2018). Fundamentos generales de la dramterapia. Buenos Aires: Letras Vivas.
Schuchner, G y Ferrandis D. (edts.) (2018). Dramaterapia: teoría y práctica. Buenos Aires: Letras Vivas.