Residencia de ancianos y enfermedad
“Nadie sabe lo triste que es verse obligada a perder tu libertad, y tener que estar aquí, y no porque no estemos bien cuidados y queridos. Hablo de otra cosa, de salud, de amigos, de pasear, de ir al cine. Esas pequeñas acciones que te colman de felicidad y dan sentido a tu vida”, Manuela 83 años.
Ilustración original de María Balibrea
Motivar a un anciano que vive en una residencia, conlleva luchar contra la resignación, la negatividad y la enfermedad, que en ocasiones dinamitan todo lo que se ha avanzado en su estado de ánimo, y con él, la pérdida de sus funciones ejecutivas. Un niño se cae pero vuelve a levantarse y sigue intentándolo, porque valora más el logro que el fracaso, disfrutando del proceso. Pero aunque sea difícil pedir al anciano tal esfuerzo, luchar contra el abismo, debemos entre todos intentarlo, al menos suavizarle la caída al olvido con afecto y motivación.
El tiempo; ese que no tiene medida, pero si peso, el peso de las vivencias y emociones compartidas, las cuales poco a poco se desdibujan en una vejez especial. Tal infortunio provoca sentimientos encontrados y tan negativos como la tristeza crónica adosada al pánico de perder el álbum de la vida, nuestros recuerdos. La futilidad de las cosas en la memoria del anciano hace perder su fe, su esperanza por luchar por algo, que se escapa como el agua en unas manos cerradas.Ante tan difícil problema se intenta combatir la resignación a través del teatro: un revulsivo que revoluciona sus neuronas con el fin más básico, ilusionar a los ancianos, anclar su mirada en lo que hace. Un intento por acercar al anciano a su biografía y su estar en el presente.
Nuestra labor y la de todo el personal que trabaja en los centros, es el de paliar las carencias afectivas y sociales que conlleva el internamiento. Ya que la privación de los objetos de deseo, las cosas que producen felicidad han quedado detrás de la valla de la residencia. Escenario ideal para que el anciano se sumerja en una depresión que lo aleje definitivamente de la vida real.
Para intentar mitigar tales carencias, el anciano debe seguir en activo. Es fundamental que tenga un proyecto de vida, rutinas, hábitos saludables y amigos. Embarcarle en tareas que le ejercite, le motive, le reactive y le haga sentir y pensar. Y hay entra el teatro a través de la dramaterapia, meandros para alanzar el destino.
Fuentes:
Schuchner, G y Ferrandis D (edts.) (2018). Dramaterapia: teoría y práctica. Buenos Aires: Letras Vivas.
Motos, T. y Ferrandis, D. (2015) Teatro aplicado: teatro imagen, teatro playback y dramaterapia. Barcelona: Octaedro.
Motos, T. Navarro, A. Ferrandis, D. y Dianne Stronks (2013). Otros escenarios para el teatro. Ciudad Real: Ñaque
Ferrandis, D. (2013) Dramaterapia y Neurodrama para ancianos con y sin demencia libro online . Ciudad Real: Ñaque